Wednesday, January 09, 2008

Metropolis Shanghai - Showboat To China / Winter&Winter


El sello WINTER & WINTER nos invita a emprender un otoñal viaje sonoro a Shangai, a un Shanghai ya desaparecido, el de los años treinta y primera mitad de los cuarenta, la época dorada del ''París de Oriente'', del ''Burdel de Asia'', uno de los momentos más decadentes y turbios que ha conocido la historia. Y es que la Shanghai colonial era por entonces paraíso del juego, del espectáculo, del sexo, de la especulación, pero también infierno de miseria, explotación y desesperanza. Shanghai, pues, con todos sus estratos, niveles y esferas de experiencia humana, con sus líneas de confluencia y de exclusión, vasta topografía tan esplendorosa como corrupta, es la protagonista de uno de esos discos conceptuales especialidad de la casa, como los dedicados a La Habana o al Orient-Express. Si se tratara de un documental podría hablarse de Metropolis Shangai. Showboat To China en términos de plano-secuencia que sucesivamente recorre los industriosos muelles, los lúgubres bares populares, las atestadas calles, los fumaderos de opio, los más lujosos prostíbulos y salones de baile, pero también de verdadero collage sonoro en el que los sonidos y ruidos de ambiente encuentran su lugar preciso.
Cada espacio cuenta con su correspondiente ilustración musical a cargo de fieles y eximios colaboradores del sello de Stefan Winter, como Fumio Yasuda o el grupo Brave Old World de Alan Bern (responsable del reciente y espléndido Cantos del ghetto de Lodz, que aquí alumbra un aspecto inusual pero significativo de este Shanghai multicolor, multiracial, el de la comunidad judía huída del nazismo y portadora de un vibrante legado en forma de música klezmer). Se escuchan por lo tanto diversas composiciones de corte occidental, algún vals y hasta una pieza de Jacques Offenbach en singulares arreglos. Claro está que algunos grandes momentos de este trayecto son proporcionados por los temas tradicionales y las piezas populares de sonoridades cantonesas, a cargo de Wang Yongji al frente de un conjunto instrumental de fascinantes timbres, sin olvidar las emocionantes oraciones acompañadas por el tañir de la campana de un grupo de monjes budistas.
En fin, apresurémonos a sumergirnos en este delicioso y caleidoscópico universo musical antes de que se desvanezca para siempre: la invasión japonesa de 1943, igualmente documentada por medio de una marcha patriótica, lo finiquitará brutalmente.

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