Tuesday, March 02, 2010

Schumann's Favored Bar Songs - Fumio Yasuda y Theo Bleckmann





... hay en estas canciones, As Time goes by, o el admirable Anoche cuando éramos jóvenes de los autores de Over the Rainbow, esa misma mezcla de encanto/desencanto de la cínica frase de Tayllerand “quien no ha conocido las vísperas de revolución no conoce la dulzura de vivir” y traduzco –no muy bien– del francés, pues no tenemos aquí algo para decir la douceur de vivre o su equivalente italiano la dolce vita; algunos hablan hoy de “la buena vida” pero no es exactamente lo mismo, acaso porque sus adictos lucen barriga y papada que —también acaso— les quitan algo de glamour y extravagancia.

... una mezcla de encanto/desencanto pues... prodigioso equilibrio que viaja sin envejecer hasta el repertorio interpretado por Theo Bleckmann y Fumio Yasuda evocando el mundo o las novelas de Scott Fitzgerald y de su bella y excéntrica esposa, Zelda Sayre, autora del libro de culto Resérveme este vals, mundo frecuentado por los autores de esa generación perdida y los personajes que viven en la ficción de sus novelas o de esas canciones, seres fascinantes de pasado misterioso y de presente dudoso, y en el que se pasea Theo Bleckmann adoptando une posición algo rara, ni de pie, ni sentado, ni tumbado, sino, más bien, desparramado, diseminado entre las notas... Su voz, su estilo, tiene la apariencia de un traje de shantung algo usado, de una camisa arrugada olvidada en una silla... el cantante y su cómplice parecen encontrarse en una habitación que no es la suya en un hotel equivocado, tras haber franqueado acaso por distracción el límite de una época, de un decorado, tras haberse salido de un corro, un carrusel... únicos supervivientes del naufragio preguntándose dónde están los demás y hablándonos de todo eso y de todos aquellos, sin poder ubicarlos exactamente, ni a mí, acaso ni a usted tampoco... y es acaso la mejor manera de interpretar, hoy, esas maravillas que los norteamericanos llaman acertadamente standards: con un toque menos dramático que el recuerdo de Chet Baker, con un deje menos glam que el reflejo de Gatsby el Magnífico.

Pierre Élie Mamou
www.diverdi.com

Veinticuatro horas y un poco más en La Habana por Alejandro Zarate






Hace dos años llego a mis manos un disco del sello Winter and Winter que se llama “El último paraíso. La Habana, Cuba”. En ese disco el director del sello, Stefan Winter, recorrió rincones de La Habana y grabo música interpretada por artistas en bares, restaurantes y plazas, logrando uno de los mejores registros musicales que se hayan realizado; en este disco también hay sonidos de las calles, de los chicos, del ambiente de una misteriosa y fascinante Habana. Ahí comenzó mi curiosidad por conocer esta isla aislada económicamente de casi todo el mundo. Hay tantas preguntas que me hice antes de este viaje y sin embargo todavía no puedo encontrar respuestas después de este viaje que hice solo por horas a esa ciudad caribeña.
Las agencias de viaje ofrecen paquetes muy armados para Cuba y a veces se hace difícil desarmarlos; pero no es tan complicado, como muchos dicen, hacer un viaje a Cuba sin estar organizado por agencias. Todavía recuerdo las palabras de una amable vendedora en una agencia de viajes que me decía que “La Habana es solo para dos días como máximo”. Evidentemente ella nunca estuvo en La Habana y por suerte no siempre me dejo llevar por estos comentarios, aunque esta vez al priorizar conocer las playas de Cuba, dejé solo dos días finales a mi estada en esa ciudad.

El fascinante y famoso Malecón

Llegué de noche a La Habana, con tiempo apenas para cenar y la recomendación desde Buenos Aires era no perderse comer en los “paladar”, casas de familia donde se puede almorzar o cenar comida cubana, atendido por los propios habitantes de la casa, con apenas unas pocas mesas en el patio o la pieza de la familia. Encontré uno donde atendían en un balcón con cuatro mesas frente al Malecón, la costanera sobre el mar de la ciudad, viendo pasar por este paseo a los enamorados, a los niños jugando, y a las olas rompiendo contra él. El menú fue inmejorable, y también su costo y cantidad, atendido con la humildad y la cordialidad de quien abre su casa para el viajero. Había empezado bien mi recorrido por la ciudad.
Al día siguiente decidí caminar por La Habana vieja, perderme en sus calles, conocer todos los rincones posibles de la cotidianeidad; no quería meterme en museos ni en lugares que no me permitieran vivir su ritmo.
Mi hotel estaba en uno de los vértices en donde comienza La Habana vieja, así que subí por el paseo de Martí hasta el Parque Central donde se encuentran varios edificios emblemáticos de la ciudad como el Hotel Inglaterra, el Hotel Plaza o el Gran Teatro, para desde allí tomar la peatonal, populosa y turística calle Obispo que se adentra no solo en los espacios que el viajero desea encontrar (antiguos negocios, hoteles bellamente conservados), sino también en la vida de la venta ambulante de productos y comida común del cubano.

Hemingway, el mojito y yo

Desde y por la calle Obispo se deriva a muchos emblemáticos lugares de La Habana, como el Hotel Ambos Mundos donde vivió Ernest Hemingway o el bar La Floridita, donde tomaba sus tragos. Tampoco escapa a este recorrido el mundialmente nombrado La bodeguita del medio, ese lugar donde se dice nació el famoso “mojito” (solamente ron, yerba buena, lima, azúcar y soda, aunque en muchos lugares le agregan “angostura”), y en donde al ritmo del bolero una mujer y un guitarrista pueden transportarlo a uno a los años 50 mientras se saborea el trago nacional.
Otros espacios maravillosamente conservados (hay un programa desde hace varios años que está restaurando los edificios de La Habana y del que ya se pueden ver grandes resultados) son la Plaza Vieja con sus hermosos cafés, la Plaza de la Catedral con el edificio que data del siglo XVIII, el convento de San Francisco de Asís hoy convertido en sala de conciertos, innumerables galerías de arte (modestas o modernísimas), artesanatos, bares y restaurantes. Una gama de lugares casi impensados hace tiempo atrás para quienes visitaban la ciudad y de los que también disfrutan los propios cubanos.

Más opciones para recorrer

Y el viaje sigue y la noche me encuentra en el majestuoso hotel Nacional, situado en la zona de Venado de La Habana, donde concurro a ver uno de los tradicionales shows nocturnos que compite con el del afamado Tropicana. Música, coreografías, sones cubanos y el invariable despliegue de colorido vestuario para atrapar al turista: convencional pero para confirmar que uno estuvo ahí.
La mañana siguiente se me hace carne el país y decido recorrer el Museo de la Revolución. Fidel Castro y el Che Guevara, figuras de ese movimiento que levantó a la isla en armas, componen gran parte del recorrido muy bien armado por el amplio edificio.
Para agregar a la lista de lugares para no perderse (y de los que en esta lista faltarán muchos por falta de tiempo), no dejen de recorrer el hermoso edificio del Capitolio, llegarse hasta la estación de trenes de la ciudad, deleitarse mirando la variedad de autos bien conservados y vistosamente pintados de la década del 40 y 50, y tantas otras imágenes que me vuelven como el andar de las negras que dan beso a los transeúntes con sus coloridos vestidos para la foto o los artistas callejeros pintando las calles de la ciudad. Toda una gama que por supuesto dos días en La Habana no hacen sino tener más ganas de volver que de hacer caso a lo que me dice una agencia de viajes.
Lo cierto es que cuando caminé por las calles de La Habana, ahí comprendí el nombre que le puso Stefan Winter a su disco: “El último paraíso”.

Guo Yue - Music, Food and Love - Real World


El músico y cocinero Guo Yue, nos regala un evocador recorrido de su vida como músico, compositor y cocinero. El álbun evoca su infancia, cuando su madre lo llevaba al mercado y los olores se misturaban con los atardeceres rojos de Pekín. El ejecuta un tipo de flauta de bamboo llamado Dizi, cuyo sonido es de una sencilla y dulce melodía. Junto a la flauta Guo también ejecuta el erhu, un tradicional violín de dos cuerdas cuya proa se teje permanente entre las dos cadenas. El erhu tiene un inquietante sonido, casi una voz, que le aporta intensas atmósferas al disco . Este era el instrumento que tocaba el padre de Yue, que era un músico profesional que murió cuando él era una niño de cinco años. Entremezclado con los diversos instrumentos chinos se escuchan un acordeón, una mandolina, una orquesta de cuerdas, un contrabajo, percusión, un piano y una flauta de plata, todo complementándose mutuamente. Cada instrumento es como un personaje que convive en cada tema, como música de fondo de una cocina, donde hasta se puede imaginar los olores a brotes, soja, lemon grass, bamboo y en cada track se puede sentir hasta una wock sobre las llamas o el sonido del vapor de las las cocinas, cosa que Guo Yue lleva desde niño en su corazón.

Noël Akchoté - Toi Meme - WinterWinter


Imaginemos diez músicos, comiendo y bebiendo; mientras tanto, en la mesa, cada uno canta, toca un instrumento... así se grabo el álbum y nosotros lo que escuchamos de este festín nos hace ser un comensal más invitado a la mesa, donde la comida y la música, combinan como una sola pieza. Chez Fernand es uno de esos restaurantes de las afueras de París donde no llegó la nouvelle cuisine, un lugar frecuentado por obreros de día y personajes de la noche, que son los que participan en la fiesta sonora grabada en este Toi Meme. El paisaje, cuando uno apenas escucha el disco se vuelve confuso, pero a medida que las botellas se descorchan y los músicos comienzan a comer, recitar poemas, cantar y filosofar hacerca del sexo, por ejemplo, hace que este magnifico disco adquiera brillo propio. Entre los talentos del proyecto encontramos a Noël Akchoté, que ejecuta guitarras eléctricas y realiza la dirección; Kevin Blechdom, en coros, piano, banjo, arpa de boca; Otto Lechner en acordéon y a John Giorno, en voz, poesía. Solo el sello de Winter Winter, creado por Stefan Winter, puede regalarnos este maravilloso documento

Jiří Bulis - Hosté na zemi


Jiří Bulis, el músico y compositor checo, con este particular álbum Hosté na Zemi, evoca las largas tardes de invierno en Praga, tardes de té y tortas en los muchos de los cafés de esa mágica ciudad, con su arquitectura Art-Nouveau. En este disco Jiří, con pocos instrumentos y frescas canciones, regresa a la música tradicional checa. Muchas de ellas son las que se interpretan en vivo de fondo muy sutilmente en los cafés de la ciudad, pero sin perturbar las largas tardes oscuras de los inviernos de la misteriosa Praga. Ya desde la tapa del disco, nos invita a impregnarnos del té con koláčky”, las tortas checa y moravas, rellenas de semillas y queso, que son muy populares a la hora del té; también con el Medovník, que es un pastel de miel que, incluso en una de las canciones, da la receta: 100 gramos de mantequilla, 4 cucharadas de miel, 180 gramos de azúcar, 1 cucharadita de vinagre, 1 cucharadita de bicarbonato de sodio, 2 huevos y 700 gramos de harina. Este es un disco íntimo, melancólico e interesante, que nos transporta de nuestro Buenos Aires a sentir que estamos sentados en el Café U Tyna, donde se sirve el famoso licor de hierbas de Karlovy Vary, el Becherovka

Gateau Romantique , La musique des quatre saisons


Quatre Saisons es una antigua patesserie que tiene una sucursal en Paris, pero curiosamente en Japon tiene más de catorce sucursales, incluyendo un café que se llama Café Quatre que esta en Kyoto. Es un tanto extraño encontrar una compilación de canciones seleccionadas inspiradas en la patisserie francesa no? bueno esto no es tan asi, ya que este disco es como un menu que se llama OH romantique y cada una de las canciones son como las especialidades de la casa. Quince canciones de la nueva escena de la canción francesa, todas muy suaves y románticas, pero a la vez una selección muy armónica y coherente . Por momentos uno parece esatr escuchando un disco retro frances de los años 60, pero también resulta un disco muy moderno. La edición merece elogios aparte, ya que viene en formato de librito y en cada pagina hay fotos de exquisiteses de la patisserie gala. Un trabajo que hace cosquillas al corazón, en especial si se lo acompaña con macarrons chocolat et au citron. Más info para paladares y oidos curiosos en www.quatresaisons.co.jp. Lástima que el sitio está solo en japonés.